La
gracia de la «Unión sacerdotal universal».
El padre Pablo en el fondo de su corazón sentía
que no bastaba con ser él un Adorador, ni con que llegaran a ser muchas las
religiosas y seglares de la Congregación de las Misioneras Eucarísticas de la
Santísima Trinidad (Messt) fundada por él, ni que éstas se extendieran por todo
el mundo, para llenar sus ansias de formar
para el Padre una humanidad adoradora, que glorificara con su palabra y
vida al Padre de los cielos que nos creó, al Hijo que nos redimió y vino a
enseñarnos como ser adoradores, y al Espíritu Santo que nos va iluminando,
impulsando y sosteniendo.
Fue en Madrid, el 12 de diciembre de 1950,
estando en adoración en el Monasterio del Verbo Encarnado, cuando recibe la
gracia que cierra el círculo de gracias sobre los adoradores del Padre, y con
ella recibe también la forma de realizar aquello que él traía en el corazón desde
1920 y que creía había interpretado y realizado al fundar la congregación
Messt.
Al recibir esta nueva gracia «ve» claramente
que el gran medio de glorificación para el Divino Padre, y la Trinidad
Santísima y de ofrecerle una humanidad adoradora está en el Santo Sacrificio de
la Misa y que Dios lo llama a fundar una Unión
Sacerdotal Universal, de adoradores del Padre.
Se siente llamado y enviado por Jesús a reunir
a todos los Sacerdotes del mundo en un Movimiento
espiritual, en el cual sin dejar sus congregaciones o diócesis, trabajos y
responsabilidades pastorales que cada uno tenga, profundicen el mensaje y se
conviertan en Adoradores del Padre en Espíritu y en Verdad, que después formen,
en cada uno de sus fieles, conocidos, amigos, etc., otros Adoradores del Padre que
en la Santa Misa, unidos a Jesús y en Él, ofrezcan toda gloria y atraigan toda
gracia.
Durante tres años, orará, planeará la
organización, hará esquemas del contenido de la formación, etc., y el 8 de
diciembre de 1952, estando en Puebla, Pue., en ejercicios espirituales, cree
llegada la hora, y escribe a su Superior General pidiendo permiso para
dedicarse a la fundación y formación de la Unión
Sacerdotal Universal, para lo cual buscaría obtener el permiso del Papa y el
nombramiento como “Predicador Apostólico” para viajar por todo el mundo
dando a conocer la Obra y entusiasmando a todos los Sacerdotes.
Es muy consciente de su pequeñez
e incapacidad humana, pero sabe y confía plenamente en la fuerza de la Santa
Misa y de su sacerdocio y sobre todo, en que Jesús lo está pidiendo.
El 8 de enero de 1953,
exactamente un mes después, le llega la respuesta, inesperada: Sin ningún
comentario a su petición, le ordenan presentarse en México para viajar a Lima
Perú porque ha sido nombrado como Director Espiritual del Seminario
Interdiocesano de Santo Toribio.
Sin una protesta, sin un reclamo,
sin pedir una explicación, parte para Lima y allá permanecerá 6 años,
1953-1958, en heroica obediencia; sin perder la ilusión y la esperanza de
realizar un día la Unión Sacerdotal
Universal. 6 años en que silenciosamente vivirá formando en los
seminaristas de Perú de esos tiempos, adoradores del Padre. Durante este
tiempo, en más de una vez intentará obtener el permiso de su Congregación sin
lograrlo.
El 31 diciembre de 1958 vuelve a
México de vacaciones, pero dolorosas circunstancias de la Congregación Messt, ajenas a su voluntad
le harán permanecer en México y no volver a Perú.
Triturado por los sufrimientos,
en una oscura y larga noche de dolor, clavado en la cruz de los acontecimientos
en los que se ve envuelto, su salud se deterioró y escasos 6 años después un
doloroso cáncer lo invade, y muere en olor de santidad el 17 de febrero 1967,
en la ciudad de México, D. F. sin perder ni la ilusión ni la seguridad de que
la misión que Jesús le confiara sobre la Unión
Sacerdotal Universal, un día se realizará… cuando Jesús suscite un Sacerdote
que la realice.
Mientras llega ese día repetimos
con él «No sé cómo será, pero sé que será y que Dios lo hará».
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